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Usuarios de salud mental derribando estigmas
Por Rolando Hanono
Parte de la Asamblea Permanente de Personas Usuarias de los
Servicios de Salud Mental (Apussam), el autor cuenta en primera persona
los devenires de tratamientos que estigmatizan y no respetan sus
derechos. Una mirada de cambio de paradigmas: desde los hospitales a los
usuarios de salud mental.
La Ley de salud mental que en la Argentina redactó y reglamentó con
éxito el Secretario Ejecutivo de la Conisma (Comisión Nacional
Interministerial en Políticas de Salud Mental y Adicciones), Lic.
Leonardo A. Gorbacz, es una muestra cabal del cambio de paradigma hacia
los hospitales polivalentes en vez del actual hospital monovalente, o
manicomio-cárcel.
Quiero en este artículo contar mi experiencia en el viejo paradigma
que estamos intentando superar. Soy asmático, sufro de EPOC (Enfermedad
Pulmonar de Obstrucción Crónica) y de varias enfermedades de las vías
respiratorias como bronquiolitis, laringitis, asma y otras. Estas
enfermedades nunca fueron tratadas en el transcurso de mi internación,
ocurrida entre 1990 y 1991. No sólo no atendieron mis afecciones
respiratorias sino que estuve lleno de liendres y pediculosis, sin el
trato que hubieran debido darme.
Así como el hospital me ha maltratado, la sociedad tampoco ha sabido
alojarme. En especial barrios como Balvanera –donde vivo– no están
listos para respetarnos a los usuarios y usuarias, sino, por el
contrario suelen agredirnos y estigmatizarnos, como si fuéramos
sospechosos de algún crimen que jamás cometimos ni haremos. Nuestras
necesidades básicas como la vivienda, comida, trabajo, amor, familia,
son utopías que la Ley Nacional de Salud Mental 26.657 contempla como
aspectos primordiales a considerar en el transcurso de los tratamientos
por ser indispensables para la salud. Sin embargo, la gente, nuestros
vecinos, las fuerzas de seguridad, nos tienen tildados de
“’sospechosos”. En mi caso, mantengo con holgura la casa que me dejaron
mis papás, pero la vecindad me trata como un “paciente peligroso”, como
sujeto de toda burla o sospecha. De esa forma no dan lugar y faltan el
respeto al Nuevo Paradigma que promueve el Modelo Social de la
Discapacidad y el respeto a todas las personas sin estigmatizar ni
prejuzgar por haber tenido un diagnóstico.
La incomprensión de vecinos y familiares suele ser la moneda
corriente. No suelen acompañar nuestra lucha diaria para sobrevivir,
buscando trabajo, intentando mantenernos con una pensión por invalidez o
con planes de ayuda social. Mientras tanto, las fuerzas de seguridad y
la gente mal intencionada busca revertir el proceso de externación y de
regreso a la sociedad. Es difícil para cada uno buscar algún sustento,
conseguir un trabajo para poder vivir y pagar alimentos, tratamientos y
medicación.
Los abusos farmacológicos y el mal diagnóstico (llamado también ”de
pasillo”) son algunas de las habituales falencias y causas de las peores
descompensaciones en los pacientes. Por ejemplo, el uso de Lapenax
genera cuadros de falta de glóbulos blancos y aun anemia; el Meleril,
medicamento ya en desuso en muchos países por sus contraindicaciones,
aquí sigue siendo recetado. También podemos mencionar el empleo de
Bromodol y Halopidol, inyectables utilizados generalmente en las
guardias médicas o en los centros de salud privados. Todos ellos
constituyen una falla y una agresión contra la salud de los usuarios de
los servicios de salud mental, que debemos padecer sus efectos
colaterales. Algunos de estos efectos son los problemas intestinales,
taquicardias y contracturas que llegan a producir inmovilidad, entre
otras.
El hospital por dentro
Mientras tanto, en la institución hospitalaria otras cosas también
suceden. Las malas dotaciones de enfermeros y sus prácticas
irrespetuosas de los derechos de los usuarios también pueden encuadrarse
dentro de las causas o condicionantes que, lejos de mejorar, entorpecen
y perjudican nuestra salud. Los “madrugones” que nos obligan a realizar
cuando estamos internados, sin dejarnos descansar, los malos tratos, la
falta de respeto y el desprecio al dirigirse a nosotros, contribuyen a
que la terapia no avance y, al contrario, la cura se aleje. ¿Por qué no
nos dejan dormir un poco más de las 6 am? ¿Por qué nos obligan a
realizar trabajos de maestranza? ¿Por qué el momento del baño se
transforma en una tortura que empieza en la obligación de formar una
fila desnudos, con frío, y que termina en una ducha con agua helada? Los
malos tratos de los enfermeros se asemejan muchas veces a la escuela
del ejército argentino.
En Apussam, Asamblea Permanente de Personas Usuarias de los Servicios
de Salud Mental, espacio que integro hace años, buscamos que se
concrete el cambio a un nuevo paradigma en salud mental. En tal sentido,
nos llamamos usuarios, y no pacientes, porque los usuarios activos
construimos. En cambio los pacientes pasivos esperan. No queremos ser
más personas pasivas que reciben dócilmente las órdenes médicas, órdenes
e indicaciones que nos maltrataron y torturaron. No queremos ser
objetos de protección. Elegimos ser personas activas que participan de
sus tratamientos y toman decisiones sobre su salud y su cuerpo. Soñamos
con una sociedad más justa con los usuarios y usuarias de los servicios
de salud mental. Una sociedad sin estigmas contra la locura. Estamos en
contra de las internaciones, en contra del abuso farmacológico
tradicional. Existen terapias alternativas, medicamentos de tercera
generación, entre otras, que reducen daños y efectos colaterales.
Personalmente, defiendo la Risperidona y la Olanzapina que son los
nuevos fármacos que favorecen las terapias breves y efectivas.
Apussam incluye entre sus preocupaciones y motivos que nos movilizan a
la reinserción social de las personas usuarias de los servicios de
salud mental y nuestra lucha contra el estigma de la locura. Se trata de
un grupo que lucha por los derechos de las personas usuarias, por la
inclusión social, por la contención familiar y social, por los
tratamientos adecuados, la labor terapia, por la priorización de las
terapias ambulatorias, y en contra de la sobremedicación y del abuso de
las internaciones. No queremos más estigmas, no más exclusión ni
restricción de nuestras capacidades como lo han hecho en juicios de
insanias. Nuestros derechos al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la
vida sana y plena, a la inclusión social parecen ser una utopía para
muchos que languidecen en los servicios de internación.
En 2020 los hospitales monovalentes debieran dejar de existir y pasar
a ser polivalentes, es decir, que cada hospital incluyera servicios de
salud mental. La pregunta es… ¿Cuán lejos estamos de esta meta en lo
político y presupuestario? ¿Cuán lejos están los intereses sectoriales
de los psiquiatras y psicólogos de aquel objetivo? No queremos que el
paradigma continúe de este modo funesto en que lo conocemos.
El Órgano de Revisión creado por la Ley Nacional de Salud Mental
busca dar lugar a nuevas propuestas para solucionar o considerar
problemas de los usuarios desde el acceso al transporte, a la
medicación, a la vida sin estigmas, sin prejuicio. Este órgano recibe
nuestras denuncias, busca el respeto de nuestros derechos, vela por el
cumplimiento de la Ley Nacional de Salud Mental. La reinserción laboral,
las labores manuales e intelectuales, la posibilidad de volver al
hogar, acceder a la comida y medicinas, parecen para quienes tenemos
algunas necesidades ideales lejos de alcanzar. El Estado brinda con su
planes de asistencia buena parte de lo que buscamos pero es el estigma
el que sigue allí y las necesidades básicas y sociales casi nunca
aparecen. Somos, pues, cazadores de utopías